Vipassana -la meditación budista del discernimiento- es actualmente recibida con mucho interés por escuelas terapeúticas occidentales y paulatinamente integrada en su repertorio de métodos. Unido a ello está un cambio de percepción respecto a los métodos orientales de meditación. Hasta hace poco tiempo, en occidente se daba por supuesto que el desarrollo mental de las personas estaba unido al logro de un yo estable. En cambio, en la formación meditativa oriental, en este punto empieza otro desarrollo mental importante: el camino para transcender y transformar el yo.
Mientras la psicoterapia convencional occidental intenta superar desvíos «patógenos» de un estado demente asumido como normal, las disciplinas orientales son métodos para cambiar la mente. La meta no es la adaptación sino el pleno disfrute del potencial humano.
Vipassana es un método para descubrir y usa algunos similares a los terapeúticos:
Neutralidad: la atención se entrena para la observación de procesos mentales y físicos: Las reacciones ante estas observaciones no se reprimen sino que se observan de la misma manera.
Libertad de censura: pensamientos, emociones y sensaciones pueden llegar a la mente sin diferenciar o seleccionar.
Abstinencia: la meta es la observación y no el cumplimiento de deseos. Vipassana rehusa la actuación. Así, a cambio de entendimiento y comprensión profunda, se puede desarrollar la capacidad de aplazar el deseo.
Constituírse en testigo: quienes meditan aprenden a ser testigos de su propia experiencia. Ello depende de la capacidad del yo de ser a la vez sujeto y objeto de dicha experiencia, es decir, de la capacidad de retirarse y observar objetivamente qué experimentamos mientras lo experimentamos.
Dado que el discernimiento produce cambios estructurales duraderos en la mente, en la tradición budista este método es considerado como el elemento que libera del sufrimiento.